He llegado al inicio del final del camino, allí donde lo impensable se presenta como un abismo. Ante esta nada, puedo avanzar. Solo puedo andar hacia atrás, contemplando lo ya recorrido. A cada retroceso, formo ante mí una realidad.
Entre la vida y la muerte, en una crisis continua, mantengo encendida mi linterna, mi consciencia. Me sirve, por supuesto, para guiar los pasos de quien me sigue por la vía que he abierto. Pero brilla también para señalarme a mí mismo, que he llevado a cabo toda la labor espiritual que debía hacer.
Poco a poco, he ido deshaciéndome de las ataduras. Ya no pertenezco a mis pensamientos. Mis palabras no me definen. He vencido mis pasiones, desprendido del deseo, vivo en mi corazón como en un árbol hueco. Mi cuerpo es un vehículo que veo envejecer, pasar, desvanecerse como un rio de curso irresistible. Ya no sé quién soy, vivo en la ignorancia total de mí mismo. Para llegar a la luz me adentro en la oscuridad. Para llegar al éxtasis, cultivo la indiferencia, para llegar al amor a todo me retiro de la soledad. Allí en el último recoveco del universo, es donde abro mi alma a la gratitud sin exigencia.
Por el camino de la voluntad, he llegado hasta la cima más alta. Soy llama, luego calor, luego luz fría. He aquí que brillo y espero. He conocido mi soledad completa. Este ruego va directamente de mi a mi Dios interior, tengo la eternidad delante de mi espalda. Entre dos abismos, he esperado y seguiré esperando. Ya no puedo avanzar y retroceder por mí mismo.
Estoy por cumplir mi cometido. Soy espíritu y la actividad infinita de la pasividad. Como una copa, ofrezco mi vacío para que sea colmado. Por qué me he ayudado a mí mismo, ahora ayúdame tú.
Hay algo especial sobre poner un pie después del otro, dejar que el corazón se acelere y quitarle la correa a la mente.
Hay algo distinto que va mucho mas allá de la corporalidad, de las modas, los kilómetros o las calorías, algo que llena un vacío que para todos es diferente pero que para todos está presente.
Ese algo que uno busca en otros lados cuando es más joven, una cascada de endorfinas y equilibrio que llega de repente y tan pronto como estás consiente de ese algo, se va.
Hay algo especial sobre poner un pie después del otro, algo tan humano, banal y efímero que nos conecta con todo lo demás